El ciberacoso o ciberbullying es un subtipo de bullying indirecto que se lleva a cabo a través de las redes sociales y las nuevas tecnologías. Como en todo tipo de acoso escolar, este tipo de interacción se basa en la emisión de una conducta de forma intencional con el objetivo de dañar o vejar a otra persona, estableciendo una relación de desigualdad entre ambos sujetos (es decir, teniendo dominancia la persona agresora sobre la agredida) y siendo estable en el tiempo.
Sin embargo, el hecho de aplicar las nuevas tecnologías hace que estas características del acoso se vean matizadas. Mientras que la existencia de una relación de desigualdad sí se da siempre, hay que tener en cuenta que el estímulo desencadenante puede ser una foto, un comentario o un contenido que se haya publicado o emitido sin la intención de dañar a nadie, siendo el acoso derivado de una mala utilización de ésta publicación (estando situada en esta tercera persona la intención de dañar).
Por ejemplo, que un amigo o el mismo individuo cuelgue o envíe a alguien una foto en que un compañero sale mal puede no implicar que éste quiera humillarle, pero una tercera persona puede hacer un uso diferente al pretendido. En el caso del ciberacoso, hay que tener en cuenta que lo que es publicado en Internet puede ser visto por numerosas personas (muchas de ellas desconocidas) y en cualquier momento, de modo que una sola situación de acoso puede tener repercusiones en numerosos intervalos temporales.
Además, la víctima tiene una sensación de indefensión mayor que en otros tipos de agresiones, puesto que a causa de las redes el ataque le puede llegar en cualquier momento y lugar, y además no sabe cuándo se va a presenciar ni por parte de quiénes va a producirse. Por último, al contrario que en casos de bullying tradicional, en el ciberbullying el acosador puede ser anónimo.